Alegoría del triunfo de venus es una pintura
manierista ejecutada al oleo sobre tabla por el artista italiano Angelo
Bronzino. Posee unas dimensiones de 146 centímetros de alto por 116 centímetros
de ancho y actualmente se encuentra en la Galería Nacional de Londres. .
Agnolo Tori o Angelo Bronzino, más conocido como El
Bronzino o Il Bronzino, nació en Florencia en 1503 y murió en 1573. Incursiono en el
mundo del arte siendo discípulo de Pontormo e influenciado por Miguel Angel. Fue
pintor de cámara de la dinastía Médicis,
primer gran duque de Toscana, y uno de los retratistas más representativos del
manierismo. Realizó para los Médicis,
decoraciones en el Palacio Viejo (capilla de Leonor de Toledo, 1555-1564), y
numerosos retratos de aparato (Leonor de Toledo y su hijo Fernando I Uffizi;
Cosme I, galería nacional de Londres; García de Médicis, Prado). Pintó,
asimismo, cuadros de tema mitológico, alegórico y religioso.
El manierismo (A
la manera de los grandes maestros), movimiento artístico al cual pertenece
la obra, surgió como la rebelión de los nuevos artistas de la época ante los
modelos clásicos y perfectos que habían impuestos los maestros renacentistas.
Los nuevos pintores trajeron cierta libertad con sus obras, dejaron a un lado
los cánones de la perfección y ejecutaron figuras humanas con posturas
irreales, fingidas, de extremidades graciosas, de cuerpos alargados y cabezas
pequeñas. La paleta cromática también se transformo y dio paso a colores fríos,
sombríos y toques artificiales. Este movimiento surgió en el alto renacimiento,
1560, en Venecia y Roma gracias a los mercaderes y papas respectivamente,
extendiéndose hasta los principios del barroco en el año 1600.
Entrando en el análisis de la obra La Alegoría al triunfo
de Venus, cabe destacar que los temas principales de la pintura son el amor
prohibido, el erotismo, la envidia y los celos. Evidenciados en la diosa
girando su cabeza para dar un beso a Cupido y sosteniendo una manzana en su mano izquierda,
mientras otros personajes manifiestan su ira frente al acto.
En cuanto el análisis que los expertos le han hecho
a la pintura se puede inferir la función que cumple cada uno de los personajes
en la alegoría y es la siguiente: La composición muestra en el centro a Venus,
la diosa pagana del amor, desnuda; sostiene con su mano derecha una de las
flechas de Cupido y con la izquierda una bola de oro. Su hijo, el joven Cupido
alado, la abraza de una forma muy sugestiva y erótica: besándola en la boca
abrazándola por el pecho y la cabeza. A la derecha del grupo central
encontramos un niño con cara de felicidad que, según los expertos, representa
el Placer: es un "putto" que se dispone a tirar un manojo de rosas;
esta figura infantil lleva cascabeles en los tobillos y ha pisado un haz de
espinas con el pie derecho. Le sigue una extraña joven vestida de verde que
deja entrever bajo el vestido un cuerpo en forma de serpiente enroscada que
tiene en las manos una bresca y una zarpa de ave de presa. Probablemente
simboliza el Engaño, una calidad desagradable -de aspecto encantador, pero
detestable bajo la superficie- que suele acompañar al Amor. A la izquierda del
grupo central, recortado por el perfil del cuerpo y de la ala de Cupido,
aparece un personaje que se arranca los cabellos con las manos, y tiene un
rostro crispado por una horrible mueca. Representa los Celos, esta mezcla de
envidia y desesperación que también a menudo acompaña al Amor. Las dos figuras
principales se encuentran sobre un fondo compuesto por una tela azul y un cojín
de seda roja, detrás del cual aparecen, en la parte superior, dos figuras
levantando una cortina que, por lo que parece, escondía la escena. El hombre es
el Padre Tiempo, tiene alas y lleva su simbólico reloj de arena. Es el Tiempo,
quien advierte sobre las múltiples complicaciones que acechan al tipo de amor
lujurioso aquí representado. La mujer de perfil situada delante de él a la
izquierda, que por el hieratismo de su rostro parece llevar una máscara similar
a las que se encuentran a los pies de Venus, se interpreta como la Verdad; es
quien desenmascara la difícil situación de terrores y placeres que,
inevitablemente, conllevan los dones de Venus. Malins, F. (1983), Mirar un cuadro. Madrid.
H. Blume.Woodford, Susan (1985), Cómo mirar un cuadro. Barcelona. Gustavo Gili. http://cv.uoc.edu/~04_999_01_u07/percepcions/perc65.html).